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La Virgen de Torrellas
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Muy poco tiempo después de la Reconquista, Mallén es favorecida del cielo con la aparición de una hermosa Imagen de la Madre de Dios.

María escogió para Sí el mismo Monte‑dorado, en donde siglos antes se había alzado hermosa la ciudad de Manlia: Pues no quería tan celestial Señora que olvidásemos el sitio en donde por primera vez se nos había predicado el Evan­gelio y en donde el cristianismo hizo en Mallén sus primeros prosélitos.

María, la más humilde de las criaturas, tampoco quiso manifestarse a los ricos y poderosos, sino que escogió para su aparición a una humilde pastorcilla. Según la tradición, esta dichosa niña sale un día, como de costumbre, con su rebaño, y al llegar al monte, queda asombrada al ver radiante de hermosura la milagrosa imagen de la Madre de Dios.

Toda alborozada, vuelve al pueblo presurosa a darle parte de tan grato suceso, y Mallén entero sale a presenciar la maravilla. Los sacerdotes quieren al momento tomar en sus brazos la sagrada imagen para traerla a la villa; pero es voluntad de la Señora se le haga una capilla en aquel sitio, la cual, además de ser su privilegiada casa, será el monumento que perpetuara el sitio en donde Manlia se alzó un día.        

Algún tiempo después la capilla estaba hecha y en ella colocada la sagrada imagen, la que desde un principio se  veneró con el título de Nuestra Señora de Torrellas, quizá por haber venido de dicho pueblo. Como la devoción de Mallén por esta sagrada imagen aumentaba más y más cada día, muy pronto hubo que aumen­tar también la iglesia y poner en ella ermitaño y capellán para que nunca cesase el culto de la Santísima Virgen.

No contentos aún con esto, los de Mallén establecieron una cofradía bajo su advocación, la cual duró hasta el si­glo XVII en que se fundó el convento de Franciscanos y del cual nos ocuparemos más adelante.          

Aún más: muchísimas personas dejaban al morir parte de sus haciendas a la Madre de Dios para el culto de su iglesia, y... ¡quién lo creyera!, estas mismas haciendas, ruin­mente codiciadas en este siglo ateo y positivista, han sido la causa de que Mallén presenciase la destrucción de dicha iglesia para apoderarse de aquéllas.

Habiendo quedado: sin casa la Santísima Virgen, fue traída a la iglesia parroquia], en donde permanece hoy completamente olvidada de la mayor parte de los fieles y casi oculta en el altar de San Sebastián. Es pequeñita, está sentada en una silla con el Niño Jesús en sus brazos y toda ella está cubierta con un manto que no permite ver más que las cabe­citas de Madre e Hijo.

Se la invoca como poderosa abogada en muchas enfermedades, y especialmente en las de los niños, con muchos de los cuales ha demostrado las maravillas de su poder . 

La celestial Señora, que durante muchos siglos ha sido para Mallén lo que la Virgen del Pilar para Zaragoza y cuya iglesia se le tributaban cultos tan solemnes cual si fuese la parroquial y titular, se halla hoy, como he dicho arriba, completamente olvidada de todos.

Ningún culto, ninguna fiesta, ninguna misa; ni un solo cirio se ve encendido nunca en su honor, ni aun en el día de la Presentación, que le está especialmente dedicado.

Ojalá que este pobre recuerdo halle eco en los corazones de todas las madres cristianas que quieran preservar de peligros a sus tiernos hijos, y especialmente de aquellas que de niñas le dieron aún culto en su iglesia del convento; para que volviendo otra vez a su devoción, no añadamos el negro borrón de la ingratitud, a la atroz injuria que este siglo, la infirió, sacándola del sitio por ella elegido y destruyendo su iglesia.

 Francisco Javier Cordoba y Franco en Manlia y Mallén

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